Cuando descubrimos que dejamos de ser pequeños & se abre la puerta al nuevo mundo, entendemos que nada es lo que parece. Somos grandes, y tenemos una obligación. El ser alguien y recorrer un camino, no importa cuál. Los sueños se vuelven costosos, y para alcanzarlos hay que subir a la colina más alta de la cima, las fantasias se vuelven un trabajo pesado que día a día hay que esforzarlo. Y las sonrisas una simple preocupación, el tiempo parece acortarse y los grandes momentos que de niños pasabamos, van desapareciendo con la luz del sol. Es momento de calzarse los zapatos y salir a navegar por el nuevo mundo que nos espera. Algo inmenso pero bueno al fin.
Yo, Juan.
lunes, 7 de junio de 2010
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